Era un sábado de 1977 y un grupo de cuatro personas estaba afuera del Hospital General del Ejército, en Benfica, Río de Janeiro, esperando visitar a la suegra del Coronel, que estaba hospitalizada.
Según las reglas del hospital, solo podían entrar dos personas a la vez. Entraron el Coronel y una hija, mientras la otra hija se quedó con su novio, fumando un cigarrillo en la puerta, cerca del soldado de la guardia.
Pasaron unos 15 minutos cuando llegó un hombre jadeante, deseando entrar. Había oído que su hijo o hija había nacido y quería ver al bebé y a su esposa, pero, en su prisa, había olvidado los documentos y el “pase”.
El soldado detuvo al hombre mientras la pareja “bloqueada” miraba y pensaba:
“Bueno, no somos los únicos rechazados”.
Incluso se prepararon para ofrecer un cigarrillo al nuevo papá cuando, desde adentro, salió apresuradamente el sargento que supervisaba todo desde una sala con aire acondicionado, y para sorpresa del soldado y de la pareja que observaba, se apresuró a dejar entrar al hombre sin formalidades.
Frente a las miradas de reproche de los tres, el sargento, fingiendo hablar solo con el soldado, con voz seria y solemne, sin darse cuenta del “desliz”, explicó:
“¡Es el padre del nieto del general!”
Miguel Fernández y Fernández
Ingeniero y cronista.
1,195 caracteres. Escrito en septiembre de 2024.
Comments