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A los míos y a los suyos

  • Foto del escritor: Miguel Fernández
    Miguel Fernández
  • 17 nov
  • 3 Min. de lectura

En cada uno de nosotros hay un poco de nuestros padres, abuelos y antepasados.

¿Qué siente un padre, una madre o un abuelo al ver a su hijo(a) haciendo las mismas cosas que recuerda haber hecho?

Las mismas tonterías, los mismos gestos, los mismos descubrimientos, las mismas alegrías y las mismas tristezas.

Es un placer y una preocupación al mismo tiempo.

A veces parece que los hijos escuchan poco a los padres, que quieren aprender todo por sí mismos.

A veces parece que son exactamente como fuimos nosotros.

¿Los que más escuchan evolucionan más rápido? ¿O es al contrario? Difícil saberlo.

Escribo estas líneas para el anuario de graduación de secundaria de uno de mis nietos.

Dieciocho años. De repente, me veo a mí mismo hace sesenta años, en la misma ceremonia.Son ocasiones que nos llevan a filosofar...¿Quiénes somos? ¿Qué somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos?

¿Es cada uno de nosotros un montón de ADN, reunido por azar en lo que llamamos “persona”?

¿O esos azares son el toque de Dios?

Soy de los que creen en el azar Divino, o en el Divino azar.

Somos una reunión efímera de ADN, luchando por sobrevivir el tiempo que se nos concede en esta nave espacial llamada Tierra.

Comparto la visión del teólogo-filósofo Teilhard de Chardin, quien afirmaba que la humanidad se perfecciona, se eleva, como corresponde a una obra cuyo núcleo es el amor, la cooperación y la ayuda mutua, valorando el esfuerzo por mejorar.

Mucha presunción, arrogancia y egoísmo hay en las “personas”, encarnaciones temporales de esos azares, que creen ser algo más que ese conjunto de ADN, justificando sus ligerezas con la frase: “De aquí no se lleva nada.”

El ADN no se va. El ADN permanece aquí. Sea en hijos, sea en sobrinos.Algunos conjuntos de ADN se preocupan por la “próxima generación”, es decir, por sí mismos.Son esos los que, mejorándose, perdurarán.

No caigan en la historia de que “de aquí no se lleva nada, así que hay que gastar.”Probablemente una “creación” de ADN que, por ingenuidad o astucia, no quiere que los suyos compitan con los de ustedes.

Aumenten su conocimiento, su educación, su cultura y, ¿por qué no?, sus bienes materiales también.Sin radicalizar en ningún aspecto.

Por obra de la Santísima Trinidad, en estos arreglos de ADN, el mío está presente en uno de ustedes, de esta promoción.A él, y a todos sus compañeros, les deseo salud y alegría en la vida, que es esta encarnación.

Que también ustedes ayuden a que nuestros ADN sigan mejorándose.Y cuando tengan hijos, sobrinos o nietos, donde esos ADN aún estén, recuerden sus responsabilidades.

Una excelente forma de ayudar es dando buenos ejemplos.Si no tienen hijos, sus ADN también estarán por ahí, de alguna manera, y los ejemplos seguirán actuando.

Tengan la cabeza erguida, pero sin arrogancia.

Tengan ambición y deseos de conquistar el mundo, pero con cuidado y respeto hacia los demás.

Sean creativos, proactivos y con iniciativa.

No se conformen con lo que reciban y no se acomoden.

Sean valientes, pero con sentido común.

Actúen con entusiasmo, pero con cautela,

con firmeza y dureza, pero también con cariño y ética,

y sobre todo, con amor.

No el amor cursi, ni el carnal, ni el fingido, ni el protocolar,sino el amor que Jesús nos enseñó.

Que no es fácil, pero sin ese amor, nada vale la pena.

Sin el amor, y sin Él, nada se construye, nada se mejora.

No el amor hacia uno mismo, sino hacia los demás y hacia su ADN.

El amor eterno.

Nos estamos perfeccionando.

¡Buena suerte!


Miguel Fernández y Fernández, ingeniero, cronista y articulista, miembro de la Academia Nacional de Ingeniería y del Instituto de Ingeniería, abuelo de Lucas Fernández y Fernández Lopes, en la graduación del curso secundario de la escuela OLM-Rio (Our Lady of Mercy - Rio) # escrito en 2024jun R2025novRe, 3.262 toques

 
 
 

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