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PRIMORDIOS de la IA (Inteligencias, Inteligentes y Astutos, 1970?)

  • Foto del escritor: Miguel Fernández
    Miguel Fernández
  • 7 nov
  • 3 Min. de lectura

Desde la primera vez que oí el neologismo “IA” como abreviatura de “Inteligencia Artificial”, no me sonó bien. Al principio, me pareció un error de traducción. Luego, el término, probablemente de origen norteamericano, fue adoptado en todo el mundo. Como “inteligencia artificial” es algo que no existe y, si Dios quiere, nunca existirá, quedó en el aire qué se quería decir con eso. Parece que lo correcto sería decir “Automatismo Inteligente – AI”, como dicen algunos, o “Inteligencia Computacional” (CI en inglés), como he oído decir a algunos académicos. Por tanto, parece que no estoy solo al considerar equivocado el nombre IA. IA es, como mínimo, un error lingüístico en cualquier idioma.

Pensando en eso, y como una cosa lleva a otra, recordé un episodio de hace unos 55 años (¿1970?), que registro aquí como los comienzos del problema. En aquella época, los computadores comerciales empezaban a aparecer en el mercado. En la práctica, todos los “programas” eran personalizados, hechos por especialistas en los lenguajes FORTRAN-MONITOR y COBOL, que traducían los comandos al lenguaje binario primario de la electrónica, la raíz de la computación, como sigue siendo hoy. Estos “programas” se introducían mediante “tarjetas y cintas perforadas” que la máquina “leía”. Había uno, llamado IBM360, considerado la cúspide de la época (con menos capacidad que mi teléfono móvil actual y que ocupaba una sala de unos 30 m²).

Las instituciones financieras (bancos) quedaron maravilladas. Eso acabaría con la enorme cantidad de registros manuales (a bolígrafo y papel), llenos de errores y fraudes. No se daban cuenta de que estaba comenzando una era con menos errores pequeños y menos fraudes pequeños, pero con errores y fraudes mucho mayores.

Por esa época, el antiguo Banco del Estado de Guanabara (BEG), luego BANERJ, compró algunos de esos IBM360 e informatizó todos los servicios en su nueva, moderna e imponente sede, de “hormigón armado visto barnizado con epoxi”, en la esquina de las calles México, da Ajuda y Av. Nilo Peçanha, en Río. ¡Maravilla!

Cuatro años después de implantado el sistema, un gerente de sucursal recibió a un cliente indignado por la desaparición de un centavo de cruceiro en su cuenta. ¡Cliente molesto! ¿Solo un centavo? ¡Algún redondeo, una dízima!

Buscaron y buscaron, y tanto el gerente como el cliente, muy minuciosos, fueron a fondo, hasta que el banco descubrió que un programador había introducido un subprograma que, en los días pares, quitaba un centavo de las cuentas impares y lo depositaba automáticamente en una cuenta del mismo programador, y en los días impares, hacía lo mismo con las cuentas pares. Era un “automatismo inteligente” o, si se quiere, en el lenguaje moderno (2025), una IA creada por el programador. Desde entonces, los computadores, los programas y los programadores se han ido perfeccionando.

¿Por qué fue descubierto? Porque siempre hay alguien más atento, más cuidadoso, más detallista o simplemente más “molesto”. Y el mundo no vive solo de “inteligencia”.

Fue descubierto, sobre todo, por “codicia”. Ya era millonario, podría haber parado.Si lo hubiera hecho, nunca lo habrían descubierto. Pero la naturaleza humana, el sentimiento de impunidad, el gusto por el riesgo, no se lo permitieron. ¡Parecía que si no lo atrapaban, no tenía gracia! Le faltaba el reconocimiento por su genialidad, por su “inteligencia natural”.

Hice unos cálculos para evaluar el daño: supongamos que el BEG-BANERJ tenía 1.000.000 de cuentas en el país (333 sucursales). Suponiendo los valores actuales (1 USD ≈ 5 BRL), considerando que el dólar estadounidense se ha devaluado 7,75 veces desde entonces (según el oro) y 230 días hábiles por año:

1.000.000 clientes / 2 × ((0,01/5)×7,75) × 230 días/año = 3.750 $/día × 230 = US$ 1.782.500 / año

En 4 años: US$ 7.130.000 (2025) o R$ 35.000.000 (2025).

Es decir, desde la introducción de la computación, estamos en manos de los programadores. No hay inteligencia natural ni artificial que lo solucione. Pero, comparado con los delitos de cuello blanco, todo “dentro de la ley”,  esto fue una nimiedad.

Queda el registro.


Miguel Fernández y Fernández, ingeniero y cronista
Ingeniero, 26 oct 2025, Rb. 4.213 caracteres.
1970 – La era de la computación (Parte 1)
 
 
 

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