Sargento Descalzo, el "de la manzana"
- Miguel Fernández
- 9 may
- 13 Min. de lectura
Era enero de 2021 y el mundo parecía estar saliendo de una semi-paralización, que venía desde mar2020, provocada por el combate a la pandemia COVID19, agravada por el alboroto que los medios de comunicación y la industria de la salud armaron con el virus que le dio origen (el SarsCOV-2). En la práctica, aún no había vacunas liberadas en el mundo.
En Brasil, la vacunación comenzó a fines de febrero21, con la CoronaVac, de origen chino (de SinoVac), hecha con virus atenuado, diluida y embotellada por el instituto Butantan. Luego vino la AstraZeneca, de origen inglés, que involucraba ADN del virus, que pasó a ser producida por FIOCRUZ. Luego las de Pfizer (también con modificaciones celulares en el virus) y que, en Brasil, no sé bien por qué, me parece, fue la que terminó predominando. En el mundo, la de Moderna, la de Jansen, la Sputinik (rusa, parece que muy usada en Argentina), otra India, etc.
Volviendo al inicio, el retroceso de los casos alrededor de oct-nov2020, y la población entre conformándose en tener que convivir con la epidemia, y volviendo a acostumbrarse a la normalidad de la muerte, fue suficiente para que, en dic2020, algunos vuelos internacionales fueran retomados.
Entonces, yo, autor de estas letras, el ing. Silio y el Geólogo Newton, fuimos a Angola, a trabajar, a hacer una visita de campo. Se trataba del proyecto de una presa para captar 1m3/s de agua para irrigar un emprendimiento de cultivo de granos en la Provincia de Malanje, en la región de Quizenga-Lutete, unos 400km al Este de Luanda, más o menos en la misma latitud.
La obligación profesional es como la guerra o el hospital: hay que ir y no se discute. Si enfermar, enfermó, si morir, murió, si vivir, vivió. Pero cumplió su parte en la sociedad.
Como los vuelos Brasil-Angola permanecían suspendidos, salimos de Río con pasaje de ida y vuelta por TAP, vía Lisboa, un jueves 07ene por la noche. Hicimos escala en Lisboa para llegar por la noche del día 08ene a Luanda. Unas 24h de viaje. Todos con mascarillas todo el tiempo, protocolo exigido para minimizar el aliento y la posible contaminación de unos a otros.
En el aeropuerto de Luanda la rutina era verificar que todos habían “dado negativo” para COVID19 antes de embarcar y confiscar los pasaportes para que las personas quedaran confinadas en “cuarentena de siete días”, cada uno anotando su temperatura corporal dos veces al día.
Desde el aeropuerto fuimos conducidos al barrio de Maianga, a un apartamento razonablemente amplio y cómodo, en una construcción nueva con un edificio residencial y uno de oficinas (conjunto Imporáfrica), para ese aislamiento por 7 lindos días, al cabo de los cuales se hacía “otro examen” (esta vez de sangre) y se esperaba el resultado por 24 horas. para ver si estábamos libres del aterrador virus.
Fue en esos días que supimos (por el “zap”) de la muerte, en Brasil, de los colegas ingenieros Leizer Lerner (con unos 85 años, en Río) y de Paulo Pena de Moraes (con unos 70, en Belo Horizonte), aparentemente con COVID19, queda el registro.
A pesar de las dificultades culinarias, exacerbadas por la manía del colega geólogo de poner mostaza en todo, incluso en salsa de pasta, lo “razonablemente cómodo” se debe a algunas botellas de whisky “Jameson” y ginebra “Tanqueray”, sabiamente suministradas por el equipo del cliente, porque los pasaportes estaban retenidos y no podíamos salir a la calle bajo pena de prisión y, con mucha suerte, deportación.
Se notaba un cierto sadismo por parte de las personas en asustar a los demás especialmente cuando percibían que la otra persona era del tipo asustadizo, es decir, preocupada y que no se apartaba de la televisión creyendo en todo lo que se decía, incluso en las incoherencias. Tal vez por la falta de tema, algunos se esmeraban en intentar asustar a los visitantes recién llegados. Ni siquiera necesitaban hablar de COVID19, todos tenían historias asombrosas de Fiebre Amarilla, Ébola, Tifoidea, Tsé-Tsé (la enfermedad del sueño), en fin...
Dije “otro examen” (el de sangre después de 7 días en Luanda) porque para embarcar había que “dar negativo” menos de 48 horas antes, en un examen que consistía en retirar secreción de las fosas nasales con un largo palillo con algodón en la punta en una operación muy desagradable pues el palillo largo era para ir bien profundo en las fosas nasales. En esa operación de recolección de secreción nasal entendí que no resisto a una tortura con ese palillo y confieso lo que quieran. De ahí concluyo sobre la inutilidad de la tortura de hecho para obtener información. Es mero sadismo. Como estoy registrando todo esto para la posteridad, después de la recolección de material en la nariz había que esperar unas 12 horas, como mínimo, por el resultado.
Volviendo a Luanda, los siete días, iniciados un sábado, terminaban un viernes, cuando la recolección de sangre se hizo por la mañana, pero como los fines de semana son sagrados para los burócratas, el resultado solo salía el lunes siguiente, día 18ene y solo seríamos liberados al mediodía más o menos, cuando fuimos colocados en un vehículo tipo “SUV” (tipo Toyota Hylux 4x4), con otro compañero, Edward, técnico en construcciones argentino que también compartió el apartamento de Luanda con nosotros.
En otro SUV similar, seguían otros 5 o 6 técnicos hacia el mismo destino: la FAZENDA QUIZENGA.
Una torre de Babel este trabajo: predominaban angoleños (obvio), argentinos (el proyecto agrícola y la coordinación general eran argentinos) y portugueses. Además de ellos, nosotros tres brasileños, un estadounidense, un sudafricano, un español y la supervisión egipcio-libanesa.
Carretera razonablemente buena (excepto unos 25 km pero ya en reparaciones), asfaltada, sin lomadas ni físicas ni electrónicas, lo que, por sí solo, ya era maravilloso. No fue difícil recorrer los primeros 200 km, pasando por paisajes de cierta forma monótonos, porque repetitivos, una vegetación tipo sabana/catinga con destaque a la omnipresencia de “baobabs”, ese árbol que Saint-Exupéry inmortalizó en la ilustración de la portada de El Principito.
Entonces, en medio de la nada, a unos 200 km de Luanda, un puesto del ejército angoleño haciendo las veces de Policía de Carreteras. Parada para inspección de papeles, incluidos los tests negativos de COVID19. Autobuses, camiones, coches, motos, en fin, un cierto desorden pero no mucho. La cosa era más o menos organizada, o al menos había bastantes agentes para atender el movimiento, formando filas de 3 o 4 personas como máximo.
Parada providencial pues también servía para estirar las piernas, hacer pis, fumar un cigarrillo, tomar una foto disimulada con el “celular”, esas cosas. En 15 minutos estábamos volviendo al SUV y yo todavía fumaba un cigarrillo cuando vi a nuestro geólogo Newton armado con una cámara fotográfica de esas profesionales, con teleobjetivo y todo, documentando el lugar. Instintivamente fui en su dirección para sugerirle que no ostentara la cámara. No dio tiempo.
Antes de que llegara a él, un soldadito angoleño debidamente uniformado y equipado “detuvo” a Newton llevándolo dentro de la casa que servía de “destacamento”: no se podían fotografiar instalaciones militares.
No sirvió de nada intentar argumentar que no lo sabíamos.
_ “Está detenido y el teniente encargado de este destacamento va a interrogarlo”.
Todo en buen portugués, es decir, entendíamos todo, y en América Latina esa frase “la policía va a interrogarte” da una cierta aprensión, ¿no?
Pero solo entendíamos cuando ellos querían, cuando no, era un idioma local imposible de entender, lo que comenzó a preocupar más pues al no poder entender todo, uno se siente más extranjero aumentando la inseguridad, el recelo, el miedo.
Fue con una mezcla de aprensión y recelo en el rostro que Newton fue conducido a una habitación del destacamento, seguido por mí que decidí asumir la responsabilidad del “grupo” para después no ser acusado de desertor ni de abandono de incapaces je, je... Nuestro conductor, también fue “detenido”, “arrestado”. Eran dos detenidos y uno queriendo hacerse el héroe, el “bacán”, yo.
Para no preocupar demasiado al lector, fuimos detenidos en un cuarto tipo sala de aula o entrenamiento, con esas sillas típicas, con una tablilla abatible para escribir con el brazo derecho, los zurdos que se las arreglen. Es decir, nada de celdas cinematográficas llenas de ratas, otros presos amenazadores, o fétidas o fantasmagóricas. Llegué a pensar en divagar por ahí pero no quiero denigrar al grupo civilizado que encontramos allí (y que hay en cualquier lugar menos en la imaginación de los guionistas de cine, siempre sombríos, siempre optando por el terror o casi).
Bueno, una vez “confinados” en la sala de interrogatorios, el soldado que “arrestó” a Newton andaba de un lado a otro, con el ak-47 en el hombro, mientras no decidían qué hacer con nosotros, para desesperación de Claudio, un argentino encargado de nuestra logística en Angola: en Luanda, en el transporte y en el campamento donde íbamos a quedarnos. Claudio ya se había enterado del lío y estaba buscando un culpable. Parece que funcionaba así.
Ese Claudio tal vez fuera un caso de “estrés del embarcado” o sea, ya debía estar allí por más tiempo del que podía soportar. Se notaba claramente una cierta irritación en casi todo lo que hacía o dejaba de hacer. Eso mismo, hasta en lo que no hacía, se molestaba. Ejemplifico:
Hubo un episodio que resolvimos sin necesitar de él y se irritó porque no fue llamado. Newton, persona simpatiquísima y excelente profesional, no era un compañero de viaje fácil. Solo lo conocí en el aeropuerto pues fue llevado por Silio. Ya en el embarque tenía la maleta más grande de nosotros tres, tal vez la más grande del avión y encima era roja, parecía más grande. Ciertamente más grande que la mía y la de Silio juntas.
Además intentó embarcar con una botella de 1 litro de alcohol para ir desinfectando las manos, paranoia asociada al combate al covid19, y su martillo de geólogo. Estaba todo en la maleta de mano, disparó la alarma del rayos-x, el martillo puntiagudo fue considerado arma blanca y transportada “sub judice” por el piloto. Para completar, en el desembarque en Luanda, sin darse cuenta, tomó otra maleta “roja” que no era la suya, solo dándose cuenta después de que el dueño de la maleta contactó a TAP y esta tuvo que encontrarnos y hacer el cambio, todo ya al día siguiente. Es decir, viajar con Newton es pura emoción.
Pero volvamos a la sala de interrogatorios: finalmente entró el sargento Gomes, un negro-azul-marino, atlético, serio, estatura media (1,65 a 1,70 m) sus 50 años, uniforme del día impecable (bermuda y camisa de manga corta) todo con pliegues e insignias, hasta perfumado estaba, uñas hechas, y... descalzo.
No fue necesario que nadie me explicara. Alrededor de 2010 conocí a un señor así, en São Luiz do Maranhão, en la CAEMA (Cía. Aguas y Alcantarillados de MA), que atendía por “pie-descalzo”. Se sentía mejor descalzo, no se acostumbraba a usar zapatos. Pero fue una sorpresa. Para no confundir a los personajes, decidí llamar a este sargento “pie-descalzo”, vaya que aún decida escribir una crónica sobre el igualmente limpísimo y arregladísimo servidor público y líder comunitario maranhense...
Explicó que el teniente no estaba disponible y que él haría el “interrogatorio” e “iniciaría el proceso”. Por la cara del Sargento, la cara del Cabo y la cara del Soldado hasta hoy me parece curiosa la explicación sobre el teniente no estar “disponible”. O estaba durmiendo o haciendo algo que podía, pero no debía, o debía, pero no podía, en fin, era evidente que estaban encubriendo al colega y superior. Como mínimo, ahorrándole esa burocracia.
Pie-descalzo se sentó en la mesa del profesor de cuando la sala era de aula, abrió una carpeta y de ella sacó una resma de papel de calco (¿acerté el español?). No veía papel de calco desde que terminé la universidad, hacía unos 50 años. Dobló el margen izquierdo del papel de calco a unos 2,5 cm del borde, igualito a como mis profesoras nos obligaban a hacer en la primaria y mi madre en casa... gente igual a nosotros... comencé a confiar en que el interrogatorio iba a salir bien.
Pero al mirar a Newton vi que no compartía mi confianza, incluso estaba sudando frío. Después de todo, ya le habían confiscado su cámara fotográfica profesional, una pérdida de unos 3 mil dólares.
Entonces comenzó la "audiencia", con el sargento dando un discurso organizado sobre las dificultades de imponer orden y respeto en un país nuevo, en una sociedad que aún no sabe lidiar con lo colectivo, en una república que aún tiene muchas costumbres coloniales, en una nación socialista, con desigualdades, con pobreza, pero que está en camino hacia la dignidad, que las perspectivas son alentadoras, que el campesino, el obrero, el proletariado, van a vencer, etc., etc. Se percibía inmediatamente, por el lenguaje-vocabulario, que además de ser sargento del ejército debía ser también de la jerarquía del "partido". El manual es el mismo en todo el mundo.
Finalmente, explicó el "delito" en el que Newton y el conductor de la furgoneta habían incurrido, pues correspondía al conductor, angoleño, conocedor de las leyes, usos y costumbres locales, no haber dejado que ocurriera lo que ocurrió, si no fuera por el diligente soldado que lo impidió.
Quise interrumpir para decir algo sobre cómo estábamos allí orgullosos de colaborar con el desarrollo de Angola, pero fui bruscamente interrumpido por el sargento:
_ el señor espere a que le pregunte algo para hablar. ¡Y Pou!
Me quedé callado con mis discursos demagógicos. Debería haber comenzado llamando al sargento "camarada sargento", nos identificamos como trabajadores, bla, bla...
Bueno, en ese punto la audiencia pasó a "interrogatorio":
_ ¿Su nombre? Y Newton decide deletrear N-E-W-T-O-N (noviembre, eco, whisky, tango, oscar, noviembre), voy a repetir: N de nair, E de ernesto, W de dábliu, T de ... en ese punto el sargento interrumpió y preguntó:
_ "¿el de la manzana?"
Me gustó. Empecé a ADMIRAR al sargento: irónico, pícaro y directo al grano, nos puso en nuestro lugar sin proselitismo: solo eso: "¿El de la manzana?"
En el pequeño silencio que siguió, parecía que leía los pensamientos del sargento: "idiotas blancos, piensan que no tengo cultura, que voy a escribir Niuton? Y si escribo Niuton es porque quiero y que se jodan ustedes".
En el apellido ya no hubo mayores problemas. Niuton no deletreó "Carvalho".
El Sgto: _ ¿Fecha de nacimiento? Newton: _ 20ago1956
El Sgto: _ ¿Dirección? Newton: _ Rua São Clemente 248, Río de Janeiro
El Sgto: _ ¿Dónde queda eso? Newton: _ ciudad de Río de Janeiro, Brasil
El Sgto, irritado: Yo escuché, no necesita repetir, "quiere" saber el barrio.
Newton: Botafogo (hasta hoy estamos curiosos del porqué de ese detalle)
El Sgto: _ ¿Estado civil? Newton: _ separado
El Sgto, irritado y levantando el tono: _ ¿qué?
Newton, de nuevo, bajito, ya muriéndose de miedo de otro regaño: _ ¡separado!
El Sargento irritado: _ ¿Qué es eso?
Silencio (Newton no atina que es divorciado)
de repente, el sargento "explica" la pregunta: _ "quiere" saber si tiene hijos...
_ Newton balbuceando: _ tengo dos hijas, una de 33 y otra de 28 años
_ El Sargento ya menos irritado: _ ah, entonces está casado!
_ Y yo, bajito al oído de Newton: creo que le gustaste... La intención era aliviar el ambiente, pero Newton lo interpretó de otra forma y comenzó a ponerse más pálido... temí que se desmayara.
Cuando entendí por qué aumentaba el nerviosismo de Newton, comencé a tener que contener la risa y eso no es fácil. Más aún en esas circunstancias. ¿Para qué fui a decir eso? Pero, con gran profesionalismo, de actor consagrado, logré contener la risa sin que los demás notaran y quisieran saber el motivo.
En fin, después de dos o tres preguntas más a Newton, el interrogatorio pasó al conductor y todo iba bien hasta la pregunta fatídica:
_ El sgto: ¿Estado civil?
_ el conductor: ¡dos hijos!
Todos pensamos que la respuesta era correcta dado el diálogo anterior. Todos menos el PéDescalço, que se enfadó:
_ idiota, ¿eres casado o no? ¡Responde lo que te pregunto!
Hago aquí una pausa para explicar a quien nunca ha ido a Angola: Allí se habla un portugués que, nosotros los brasileños, pensamos que es el de Portugal, pero los portugueses piensan que es el de Brasil
y el conductor: _ estamos juntos desde hace diez años pero...
y el sargento interrumpiendo y exaltándose más: _ ¿y por qué no te casas? por eso, por cosas así y gente como tú el país no se organiza... la familia es el núcleo de organización de la sociedad, y bla, y bla y Angola solo mejorará cuando personas como tú se conciencien de que necesitan seguir reglas, tener disciplina, que los niños sepan que tienen padre y madre, etc., etc.
Mientras reflexionaba sobre qué tipo de socialismo-comunismo se practica hoy en día en el mundo, y que yo y Marx necesitamos adaptarnos y/o aculturarnos, pasaron increíbles 10 a 15 minutos de sermón para el conductor. Ya estaba viendo la hora en que el sargento iba a mandar buscar a la mujer del conductor en Luanda y celebrar el matrimonio allí mismo, a la fuerza. Pero como todo tiene límites, después de la catequesis los asuntos se agotaron por sí solos y fuimos liberados.
Al salir fuera de los muros de la casa, vi a Silio filmando todo "disimuladamente" con su teléfono móvil. Parecía un agente secreto de "corra-que-la-policía-viene" o de "los torpes". Temí lo peor: ¡va a empezar todo otra vez! Pero todos fingieron que no vieron y entramos en la SUV. La parada de 20 minutos se había convertido en 2h20. Reiniciamos el trayecto con Newton muy triste porque su cámara fue confiscada pero aliviado. Aliviadísimo...
Rodamos unos 5 minutos y el teléfono celular del conductor-soltero-con-dos-hijos sonó. Todavía estábamos en área de cobertura. Era una orden para volver. El teniente encargado del destacamento había aparecido y estaba tomando conocimiento del problema. Ahora es cuando Newton iba a ser arrestado de verdad.
Claudio, en la otra SUV, estaba a punto de tener un infarto. Como la llamada de vuelta era solo para nuestra furgoneta (el conductor y Newton), decidió no volver, abandonándonos a nuestra suerte, con una mirada sádica, anticipando nuestra desgracia. Solo no abría la boca porque sabía que podía "quemarse la lengua" y no lo perdonaríamos. En especial Edward, muy irritado con las posturas de Claudio.
Cuál no fue nuestra sorpresa cuando el soldadito que "arrestó" a Newton se acercó a nosotros y comunicó que la cámara fotográfica estaba borrada y liberada, el teniente no nos quería ver y eso era todo. Antes de que alguien cambiara de idea, media vuelta y seguimos el viaje. Unas 3 horas después, siendo unas dos horas ya de noche, pero sin sobresaltos, llegamos al campamento de obra construido por predecesores. Era lunes 18 de enero de 2021.
Las aventuras y desventuras de los días que siguieron, quedan para otra(s) crónica(s). Nuestro regreso a Brasil fue saliendo de Luanda la noche del jueves 28 de enero de 2021 por Air France, vía aeropuerto Charles DeGaulle - París con 18 horas de espera para la conexión a Río el 29 de enero y llegada a Río el sábado 30 de enero a las 9:30. Todo porque TAP canceló los vuelos a partir del 24 de enero (el nuestro estaba programado para el 28 de enero) alegando la pandemia. También se registra que nuestro cliente nos prestó atención, consiguiendo estos boletos de regreso, a última hora, quién sabe cómo.
¿Por qué los franceses pensaban diferente de los portugueses y mantenían los vuelos, lo sabremos, o no, dentro de unos 20 años. Son cosas que "ni Freud explica".
Me quedo aquí pensando con mis botones, en la próxima pasada por el puesto del ejército-policía angoleño voy a buscar al PéDescalço, y sacar un tema sobre Freud, el Froide. Seguramente él comenzará aclarando, "el del sofá".
"Miguel Fernández, ingeniero consultor, cronista y articulista (jul-dic2022Re)"
Comments